viernes, 2 de octubre de 2015

Instrucciones para sonreír.



Puede sonar sencillo mas no lo es, lo primero que debes hacer es ubicar una pequeña entrada a un túnel que se encuentra debajo de esa protuberancia situada en el centro del rostro a la cual llamaremos nariz. Esta entrada generalmente se encuentra cerrada, a menos que el tobogán que se encuentra al fondo del túnel desee expresar algo, lo cual forzosamente saldrá por dicha entrada (que en este momento podría también ser llamada salida) pero ese es otro asunto.

Al abrir la misma, custodiada por una prensa suavecita, encontrarás dos hileras de perlitas blancas y ordenadas  –en el mejor de los casos– que se encuentran sujetadas a colchoncitos rosas como de chicle y que de una forma u otra, ayudadas por las prensas suavecitas que llamaremos labios, formarán un arco cuyas puntas de inicio y fin deberán apuntar en todo momento al cielo, a menos que te encuentres de cabeza, en cuyo caso deberán apuntar al piso.

En cualquiera de los casos podría resultarte más fácil alcanzar el objetivo si te haces ayudar de un estímulo exterior; si éste es lo suficientemente efectivo, podría inclusive llegar a causarte mariposillas en el estómago, pero esto te será instruido más adelante.

lunes, 17 de agosto de 2015

Marica.

Escucho a la gente grande hablar de ese maestro o maestra que les cambió la vida. Cuando los escucho es imposible no pensar que soy una ingrata de mierda. O peor, una idiota resignada. Idealizo a quien no lo merece y sobajo a quien merece el pedestal.

Tenía 21 años. Acababa de darme de baja de la Escuela de Diseño en Bellas Artes bajo la sentencia paterna de no tener más apoyo económico para mis estudios. Si quería “ser alguien en la vida” debía costearlo yo misma. La inercia me ganó y terminé en la escuela que estudiaba una amiga, que convenientemente estaba a unas cuadras de mi casa. No esperaba mucho, sólo un título de licenciatura y ya para que mis papás no me molestaran más. ¿Qué tan difícil podría ser eso para alguien que siempre sacó diez sin estudiar un solo día de su vida? Y sí, así de soberbia fui (soy).

En Bellas Artes fui una estudiante bastante promedio, o menos que eso. Alguien debería prohibir que en la prepa te engañen haciéndote pensar que eres  una chingona porque cuando llegas a la universidad hay 20 más chingonas que tú y el ego se apachurra. Yo que soy puro ego sufrí el doble. Al tercer semestre, con 10 kilos menos, una gastritis marca diablo, la materia principal de la carrera reprobada y principios de alopecia, me di de baja.

Llegué a la UdeC. Cuna de los primeros hípsters que poblaron la roma y de juniors creativos con visión emprendedora. Yo que siempre fui teta y que en la EDINBA le di vuelo a mi lado pandro, again, no encajaba.

Estaba en primer o segundo semestre cuando conocí a Victoria Peláez. Una güera flaca mal hablada que vestía cual cebolla con capas y capas de ropa con las que pretendía esconder su figura parecida a la de Jack Skeleton. Ella impartía la materia de Principios de Redacción. Con ella sólo había de dos sopas: o la amabas o la odiabas. Jamás pude odiarla.

Recuerdo que el primer trabajo importante que entregué me ganó mi lado ñoño y llegué con una bitácora engargolada que incluía, entre otras monadas, una introducción, un marco teórico, justificación del proyecto, desarrollo, análisis comparativos y un prototipo del producto. Cuando lo entregué, puso mi trabajo sobre las hojas engrapadas que entregaron mis compañeros, me vio a los ojos y me dijo:

 ¿Qué chimba es esto?
 Mi trabajo –dije muy segura.
 Acá no se acostumbra esto. Sólo por eso te voy a joder todo el semestre, por ñoña. –Y lo cumplió.

Pasó el semestre y me hizo escribir lo que no había escrito en toda mi vida. Me regresó cientos de hojas tachadas con letra gorda ilegible mientras, con cara de encabronamiento y gozo, decía: “Marica, puedes hacerlo mejor, así que hazlo”.
Con ella adapté Aura de Carlos Fuentes para guión de cine; diseñé una campaña que logró vender  un Beetle color helado de cajeta; jugué a ser Cortázar con mis Instrucciones para Sonreír; conocí a Charles a Bukowski.

Hoy, soy redactora, escribo por gozo y además me pagan. Lejos estoy de ser escritora pero el mapa me lo dio ella. Han pasado días y noches, entregas fatales y maestros con iniciativa, pero nadie como Victoria Peláez. La loca del carro salchicha que te sonsacaba para ir a apostar al casino, es la maestra que cambió mi vida. 

miércoles, 25 de febrero de 2015

Línea de tiempo

- Me gustas desde hace mucho.
- ¿Desde cuándo?
- Sabes perfecto desde cuándo.
- No, no sé. Dime.
- Lo sabes, por eso te quiero.
- No digas que me quieres.
- ¿Por qué no?
- No digas nada que no sientas realmente.
- Te quiero, D. Te quiero.

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- ¿Cuándo nos veremos? - preguntó H.
- Mmm, no sé. Cuando coincidamos, supongo.
- ¿Ah, sí?
- Así, tal cual.
- Ok, pero...
D. habló casi interrumpiéndolo - Si seguimos actuando como si no nos importara estar juntos, tiene que ser así. Yo haría todo por verte pero, ¿de qué serviría?
- Pero yo te quiero, te quiero mucho.
- Lo dices tanto que casi te creo.
- Créelo.

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- ¿Me extrañas?
- Siempre, - contestó D. - ¿Tú me extrañas?
- Mucho más de lo que te imaginas, te lo aseguro, Quiero estar contigo en la carretera...
- ¿A dónde vamos?
- A donde sea.

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- Siento que nunca volveré a verte.
- Sí nos veremos, hermosa, lo prometo.
- No prometas.
- ¿Por qué no?
- Me gusta más cuando coincidimos. Si lo prometes, tendrías que cumplirlo y lo nuestro nunca ha tenido que ser. 
- No, pero ha sido. 

jueves, 29 de enero de 2015

Mercado de Lágrimas.

Tengo una amiga que es la más tlaxcalteca de todas mis amigas. Ella fue testigo de todo el idilio. Ella dice que los amores cortos pesan demasiado. Por eso la quiero. Las dos amamos la política, la música de banda y a Julio Cortázar, no siempre en ese orden.

Ella llora con lo que yo escribo y me manda esto para que yo también llore: 

"Cuando sepas de mí, tú disimula. No les cuentes que me conociste, ni que estuvimos juntos, no les expliques lo que yo fui para ti, ni lo que habríamos sido de no ser por los dos. Primero, porque jamás te creerían. Pensarán que exageras, que se te fue la mano con la medicación, que nada ni nadie pudo haber sido tan verdad ni tan cierto. Te tomarán por loca, se reirán de tu pena y te empujarán a seguir, que es la forma que tienen los demás de hacernos olvidar.

Cuando sepas de mí, tú calla y sonríe, jamás preguntes qué tal. Si me fue mal, ya se ocuparán de que te llegue. Y con todo lujo de detalles. Ya verás. Poco a poco, irán naufragando restos de mi historia contra la orilla de tu nueva vida, pedazos de recuerdos varados en la única playa del mundo sobre la que ya nunca más saldrá el sol. Y si me fue bien, tampoco tardarás mucho en enterarte, no te preocupes. Intentarán ensombrecer tu alegría echando mis supuestos éxitos como alcohol para tus heridas, y no dudarán en arrojártelo a quemarropa. Pero de nuevo te vendrá todo como a destiempo, inconexo y mal.

Qué sabrán ellos de tu alegría. Yo, que la he tenido entre mis manos y que la pude tutear como quien tutea a la felicidad, quizás. Pero ellos... nah.

A lo que iba.

Nadie puede imaginar lo que sentirás cuando sepas de mí. Nadie puede ni debe, hazme caso. Sentirás el dolor de esa ecuación que creímos resuelta, por ser incapaz de despejarla hasta el final. Sentirás el incordio de esa pregunta que jamás supo cerrar su signo de interrogación. Sentirás un qué hubiera pasado si. Y sobre todo, sentirás que algo entre nosotros continuó creciendo incluso cuando nos separamos. Un algo tan grande como el vacío que dejamos al volver a ser dos. Un algo tan pequeño como el espacio que un sí le acaba siempre cediendo a un no.

Pero tú aguanta. Resiste. Hazte el favor. Háznoslo a los dos. Que no se te note. Que nadie descubra esos ojos tuyos subrayados con agua y sal.

Eso sí, cuando sepas de mí, intenta no dar portazo a mis recuerdos. Piensa que llevarán días, meses o puede que incluso años vagando y mendigando por ahí, abrazándose a cualquier excusa para poder pronunciarse, a la espera de que alguien los acogiese, los escuchase y les diese calor. Son aquellos recuerdos que fabricamos juntos, con las mismas manos con las que construimos un futuro que jamás fue, son esas anécdotas estúpidas que sólo nos hacen gracia a ti y a mí, escritas en un idioma que ya nadie practica, otra lengua muerta a manos de un paladar exquisito.

Dales cobijo. Préstales algo, cualquier cosa, aunque sólo sea tu atención.

Porque si algún día sabes de mí, eso significará muchas cosas. La primera, que por mucho que lo intenté, no me pude ir tan lejos de ti como yo quería. La segunda, que por mucho que lo deseaste, tú tampoco pudiste quedarte tan cerca de donde alguna vez fuimos feliz. Sí, feliz. La tercera, que tu mundo y el mío siguen con pronóstico estable dentro de la gravedad. Y la cuarta, -por hacer la lista finita-, que cualquier resta es en realidad una suma disfrazada de cero, una vuelta a cualquier sitio menos al lugar del que se partió.

Nada de todo esto debería turbar ni alterar tu existencia el día que sepas de mí. Nada de todo esto debería dejarte mal. Piensa que tú y yo pudimos con todo. Piensa que todo se pudo y todo se tuvo, hasta el final.

A partir de ahora, tú tranquila, que yo estaré bien. Me conformo con que algún día sepas de mí, me conformo con que alguien vuelva a morderte de alegría, me basta con saber que algún día mi nombre volverá a rozar tus oídos y a entornar tus labios. Esos que ahora abres ante cualquiera que cuente cosas sobre mí.

Por eso, cuando sepas de mí, no seas tonta y disimula.

Haz ver que me olvidas.

Y me acabarás olvidando.

De verdad.


Y con esto marco un PUNTO Y FINAL!!!"

miércoles, 28 de enero de 2015

... aunque estemos destinados a no ser.

No es guapo ni feo. Podría decirse que es genérico; de esos que pasan desapercibidos sin esfuerzo. Esos son los peligrosos. El que menos ruido hace es el que tiene algo que grita para que voltees a verlo. 

No tiene una voz que te haga querer oírlo, pero cuando decía 'te quiero' parecía que el mundo entero se callaba y no había más remedio que escucharlo. Cuando me hablaba bajaba la voz, fingía misterio para hcerse el interesante, para imprimir dramtismo. 

Todavía me acuerdo de ese día. Jamás podré olvidar ese día. Su loción es horrible, huele a madera; la odio y la extraño tanto. Reacargó su cabeza en mi brazo y pasé mis dedos por su cabello, inhalé su olor, el mismo que me mareó cuando me abrazó un día antes (9 horas antes). No era la primera vez que decía que me quería, pero fue la primera vez que no necesité dudar de él. Había algo en sus ojos. Lo mismo que vi en otro 6 años antes. 

La última vez que escuché su voz habló con el mismo medio tono, bajando el volumen,  fingiendo ese raspón misterioso mientras decía: nunca olvides que te quiero. 

Esas cosas nunca se olvidan. No olvido sus palabras, sus links con canciones a la una de la mañana, confío plenamente en la casualidad de heberle conocido. Sé que no olvidaré que cuando yo decía algo tonto  giraba los ojos y hacía muecas para aguantar la risa porque así es él, mamón. No olvido que ponía su mano en mi cuello cuando caminábamos por la calle. 

No fue el amor de mi vida, ni de mis días ni de mi momento, pero recordaré siempre el único día que despertamos juntos. Todo alrededor era extraño, lo único familiar era estar con él. 


Hay personas que se cruzan en nuestro camino con el propósito de darnos propósito. Para que recordemos que somos pasión y que las mariposas que viajan por el cuerpo no están muertas, que se hacen presentes cuando menos lo esperamos. Pues lo quise y lo quiero, aunque estemos destinados a no ser. 


viernes, 23 de enero de 2015

H




Las H's son mudas, eso cree la gente que no tiene una H cerca. Pero la realidad es que las H's dicen tanto que abruman.

Las H' hacen hervir el cuerpo. Pero también se convierten en el más frío hielo de un instante a otro.

Las H's hechizan el alma, dejan huella. Siempre dejan huella.

Las H's hieren, hipnotizan; huyen.

Hoy se escribe con H.


Mañana, quién sabe.


jueves, 15 de enero de 2015

"¿Qué otra cosa puedo hacer que no sea escribir y soñar?" (JLB)




Muchas veces (muuuchas) he sentido que dejo pasar las mejores ideas, las mejores líneas, por mi terrible maña de procrastinar. ¿Se acuerdan que hace casi cuatro años dije que volvería a escribir? ¿Pues qué creen? Que no. No lo hice. A veces pienso que para este momento, bien podría tener publicadas 6 novelas, 263 cuentos, 1764398 artículos, ser exitosa, millonaria y vivir de mis rentas (o mis escritos, pues). Pero no, decido ver la vida pasar. Decido comprar la idea de que el hilo negro no se va a reinventar y que no tengo nada bueno que aportarle al mundo de las letras.

Tal vez tenga razón. Tal vez no. Tal vez sólo debo escribir porque algo dentro de mí se mueve como bailarina de perreo intenso cada que se me ocurre esa “gran idea”. Si bien mi chamba consiste en escribir, en generar conceptos y frases ganadoras, decidí guardar la pluma que creaba esas líneas que sólo a mí me hacen feliz. Fue por ahí del 2009; finales.

Sin embargo, 2014 fue un año de encontrones con la realidad. Me cayeron tantos veintes metafóricos que, de haber sido literales, le estaría haciendo la competencia a Slim en la lista de Forbes. El último cuatrimestre fue una revolución. Me permití equivocarme como nunca antes y aprendí en cuatro meses lo que no había aprendido en casi tres décadas de vida. Me di cuenta que hay personas que sólo están de paso, pero que su misión no es otra que la de ayudar a conocerte. Decidí tomar de ellas lo bueno y desechar lo malo, aunque eso significara no guardar el empaque.

Me arriesgué. Me permití querer con pasión, alma y cuerpo sin importar que durara sólo unos días, o fuera para toda la vida.

Acepté que la distancia es un adjetivo relativo que usamos para justificar nuestras fallas.

Descubrí que el amor se intensifica cuando valoras los pequeños encuentros y te olvidas de las ausencias.

Añadí experiencias al baúl del “me acuerdo” y vacié tanto pude el de “me imagino”.

Sumé y resté compañeros de viaje.

Retomé la terapia; en sólo tres sesiones, mi loquera ha logrado que me cuestiones y me enfrente conmigo misma muchas más veces que los 12 (sí, ¡doce!) gurús, psiquiatras, psicoanalistas y demases que me trataron a lo largo de mi vida.


Volví a escribir.